Gracias a la generosa invitación de nuestros amigos Juli y Pep, conocimos Badalona, una población adyacente a la Ciudad de Barcelona que cuenta con cientos de rutas para los amantes de la bici que en España hay muchos de estos.
Partiendo a media mañana desde el Puerto Deportivo de Badalona, bordeamos la playa hasta la Estatua del Anís del Mono para tomar la Avinguda de Sant Ignasi de Loiola y cruzar hacia el norte atravesando el centro urbano.
El objetivo de nuestro guía Pep: llevarnos a por los parques y zonas verdes que se encuentran muy cerca de la población y que rápidamente permiten perderse en la arena y la verde vegetación.
Entramos al Parc de la Serralada de Marina el cual es un espacio con más de 3.000 hectáreas y con cientos de segmentos para todo tipo de bicicleta. En seguida empiezan los single-tracks y caminos entre la vegetación, algo muy emocionante pues en Colombia no es fácil encontrar este tipo de segmentos, pero la emoción no evita sentir algo de temor pues la maniobrabilidad de la bicicleta no es una de nuestras fortalezas.
Pasamos por el Mirador de la Vall y por el Monestir de Sant Jeroni de la Murtra que data del siglo XV y empezamos a tener los primeros contactos con la antigua arquitectura europea la cual va a ser una constante en todos los viajes pues es un continente lleno de historia.
Otra constante serán las fuentes de agua potable que se encuentran en los pueblos y en puntos específicos de las rutas. Este recurso nos maravilló pues para los deportistas, aventureros caminantes o en bici y turistas en general, tener puntos de hidratación y reabastecimiento facilita enormemente la posibilidad de explorar el territorio español de muchas maneras posibles.
Saliendo del Parc de la Serralada de Marina, ahora avanzamos hacia el Parc de la Serralada Litoral, otro parque en la región que conecta el litoral con los valles interiores a través de tres unidades denominadas La Conreria, Sant Mateu y Cèllecs. A lo largo del recorrido entre estos dos parques es posible ver el mar, los cascos urbanos instalados en la costa y los viñedos que embellecen el firmamento, así como las ermitas, castillos y restos prehistóricos e ibéricos que conviven con las antiguas masías catalanas.
En todo el recorrido cruzamos constantemente tramos de asfalto y herradura, siendo esta ultima el mayor porcentaje de la ruta. Esta posibilidad de realizar tantos kilómetros sin necesidad de rodar junto a los vehículos motorizados, nos enamora pues se rueda de manera mas relajada y permite disfrutar del paisaje sin afanes y menores riesgos.
A mitad del recorrido, Pep hace una parada en el Restaurant San Salvador, una amplia casa convertida en restaurante en medio de la montaña en que las cañas y las olivas son el comiso obligatorio además de el tradicional pan de cristal con tomate y aceite de oliva. ¡¡Todo un manjar para nuestro paladar!!
Después de 3 horas, llegamos a la Roca del Vallés, población que indicaba el punto más lejano de la ruta y donde dábamos vuelta para iniciar el regreso, el cual también será por caminos destapados, pero por el borde de la cadena montañosa, así que será mucho más rápido pero igualmente encantador.
Pasamos por El Bosc de Ruscalleda, Villanova del Vallés y Montornés del Vallés, donde construyeron la Zona Esportiva Municipal Les Vernedes, uno de los complejos deportivos completos pues incluye una pista polideportiva, canchas de tenis y pádel, piscinas de verano y piscina cubierta.
Después de un sector lleno de rocas de río, entramos a Sant Adrià de Besós y conectamos con la ciclorruta del Parc Fluvial del Besós, aunque en realidad parece un túnel de viento porque las ráfagas de aire golpean con tal fuerza que las pocas energías que nos quedan terminan por agotarse. Menos mal, ya estamos a unos pocos kilómetros de casa en donde un delicioso bistec a la brasa nos esperaba para recargar energías.