Como lo hemos hecho durante el último año, en esta ocasión para la Semana Santa, decidimos nuevamente realizar una ruta por Cundinamarca para conocer más municipios de nuestro departamento, con el fin de que más residentes de la capital se animen a realizar viajes de bikepacking cerca de casa.
Jornada 1: Sibaté, Fusagasugá, Icononzo
Para esta ocasión, el destino escogido es Melgar, un pueblo conocido por casi todos los habitantes de Bogotá ya que es un municipio que se ha convertido en lugar habitual para descansar los fines de semana o donde las familias adquieren una propiedad de recreo para el disfrute de las vacaciones.
Para llegar allí en carro existen varias opciones como la vía por Fusagasugá y el Boqueron, o por la vía de la Mesa y Anapoima; sin embargo, decidimos explorar una ruta más recóndita y que nos permitirá adentrarnos en las montañas para evitar tráfico vehicular y disfrutar de paisajes maravillosos.
Para empezar, salimos por la calle 80 rumbo a Mosquera y Mondoñedo, pero al superar estos puntos y llegar a la autopista hacia Fusa, seguimos al sur para ir hacia Sibaté, un municipio que tuvo su época dorada en los años 40´s y 50´s gracias a que el Embalse del Muña era un cuerpo de agua que permitía la práctica de deportes acuáticos y era lugar de esparcimiento para la socialité Bogotana de la época. Su gloria terminó cuando el gobierno distrital decidió desviar las aguas del Río Bogotá para aumentar la generación de Energía sin medir las consecuencias de verter aguas contaminadas a este cuerpo de agua. Bien es cierto que su peor momento ya pasó y que se están tomando medidas para enmendar los errores, pero pasará un buen tiempo hasta que los ecosistemas se recuperen a su estado inicial.
Para cuando llegamos a la cabecera municipal ya llevamos 43 km y casi tres horas de pedaleo, así que paramos a desayunar una cafetería sobre la vía principal que ya teníamos referenciada por salidas de entrenamiento anteriores, así que aprovechamos para llenar el tanque de combustible porque desde este punto en adelante, todo es territorio por descubrir.
La salida la marca el Túnel San Miguel, una estructura que va a cumplir un siglo de construido y cuyo objetivo inicial era el ferrocarril que por muchos años conectó el centro del país con la costa caribe. Desde el peaje que se encuentra unos metros más adelante nos descolgamos por una bajada de 14,5Km ya que esta es la cima de Alto San Miguel, un puerto de montaña con una inclinación promedio del 6% y que es muy visitado por los ciclistas locales.
La vía nos sorprende con un estado bastante regular, sobre todo en su parte inicial, además de ser bien angosta para ser una vía de doble sentido; así que decidimos ir con calma y disfrutando el paisaje montañoso evitando así cualquier susto.
En 45 minutos llegamos a la población más grande que visitaremos hoy: Fusagasugá, la cual tiene un significado especial para los ciclistas pues es la ciudad que vio nacer a la leyenda del ciclismo “Lucho Herrera” quien fue el primer colombiano en ganar una de las “Tres Grandes Vueltas” con su titulo en la Vuelta España de 1987, además de ser de los pocos a nivel mundial que ganó las clasificaciones de montaña en los tres certámenes más importantes del ciclismo World Tour.
Al salir de Fusagasugá, nuevamente se podría retomar la ruta de la Autopista para llegar más rápido, pero como bikepackers, preferimos la vía alterna hacia Arbeláez que hará muy especial este recorrido. Claramente al ser una vía de menor uso y tráfico, el mantenimiento también es precario, pero con las llantas de gravel nos sentimos cómodos y seguros para estas condiciones del terreno. Descendemos otros 15 km y ya nos encontramos en Arbeláez, un pueblo que nos recibe con un buen corrientazo para el primer almuerzo del día y que nos ayudará a la escalada de 10km al 3% del ascenso a Portones. Durante este trayecto cruzamos el municipio de San Bernardo, una población conocida y estudiada por los extraños casos de momificación natural que ocurren con los cuerpos enterrados por esta región; un fenómeno que asombra a particulares y a la comunidad científica.
Nos desviamos hacia Pandi y nos despedimos del asfalto para darle la bienvenida al destapado de arena y piedra suelta que le da un picante aventurero a la ruta. Pasadas las 2 de la tarde rodeamos Pandi porque su parque principal está en obra así que cruzamos sin detenernos mucho tiempo rumbo a Icononzo.
La división entre Cundinamarca y Tolima la marca el cauce del Río Sumapaz que lo cruzamos sobre el Puente San Jose de Pandi y que también marca el inicio de la subida más retadora de la jornada, el llamado Alto de la Cruz con 13 Km al 5% y con un buen porcentaje de destapado. En el camino visitamos Icononzo, Municipio Tolimense bautizado “el balcón del oriente Tolimense” por su privilegiada localización para contemplar la geografía de este departamento.
Visitamos su Iglesia San Vicente de Paul, con una rampa que nos pone a sudar y seguimos el recorrido para superar los últimos kilómetros que nos faltan y coronar el puerto. La cima del puerto se distingue fácilmente por una cruz en madera clavada a la orilla de la vía y por un restaurante que nos cae como anillo al dedo pues las reservas se agotaron totalmente para coronar esta subida.
Después de unos pasabocas, dejamos que la gravedad haga su trabajo para recorrer los 16 km de la bajada que es muy conocida y recorrida por los aficionados locales y que en otra ocasión nos programaremos para subir.
Con el atardecer asomándose en el horizonte, aterrizamos en Melgar en el hotel que nos hospedara y aprovechamos para recorrer algunas calles del pueblo con la mayor cantidad de piscinas en el país.
Jornada 2: Carmen de Apicalá, Apulo, Anapoima
Como es una salida de pocos días, iniciamos el regreso a Bogotá en esta segunda jornada de viaje. No obstante, aprovecharemos para visitar el municipio vecino de Carmen de Apicalá el cual es también muy visitado como sitio de descanso de los habitantes de la capital. Llegamos a tempranas horas de la mañana a su parque principal y al Santuario Nacional de Nuestra Señora del Carmen y a pesar de la hora, afortunadamente encontramos un local abierto para darnos el segundo desayuno.
Para salir del municipio y retomar la autopista, nos dirigimos al norte por una vía destapada y polvorienta perfecta para las bicicletas de gravel por lo que tomamos ritmo y avanzamos a buena velocidad, aprovechando las ventajas de diseño de nuestros caballitos de batalla.
Llegamos hasta el cruce del Río Sumapaz en donde un puente en precarias condiciones nos permite conectar con la vía Melgar-Ricaurte, y nos dirigirnos hacia este último municipio no sin antes admirar la grandeza e imponencia de esta corriente de agua que atraviesa los departamentos de Cundinamarca y Tolima con un recorrido de 200km de longitud.
Cruzamos Ricaurte asombrados por la cantidad de edificaciones en los numerosos condominios residenciales de gran altura que no son tan comunes en poblaciones de tamaño intermedio como esta, pero que, sin duda, le ha traído gran desarrollo a la región. También Girardot es ahora una ciudad pequeña y es difícil recordar que su economía hace unas décadas era netamente agrícola pero que poco a poco migró al sector turístico como es conocido hoy en día.
Posteriormente transitamos por la autopista en dirección a Tocaima y Apulo, justo a media mañana y cuando el sol empieza a calentar y la temperatura a subir. Esto hace que nos restrinjamos levemente en el ritmo que llevábamos pues la humedad te agota poco a poco y es mejor tomarse el tiempo para hidratarse, comer bien y protegerse la piel.
Lo anterior sumado a que la vía ya empieza a inclinarse subiendo algunos metros de altitud, nos hace sudar constantemente por lo que nos detenemos en Apulo buscando algo de sombra para aliviar la exposición al sol en su hora más fuerte.
De Apulo a Anapoima inicia una subida de 6km con 5% de inclinación, la cual decidimos tomar con calma y sin afán sabiendo que aún es temprano y que la jornada de mañana será la que nos ponga a prueba el estado físico.
Coronamos el Alto y descendemos unos cuantos kilómetros hasta Anapoima, donde descansaremos desde temprano la noche para salir con los primeros rayos de sol del sábado santo.
Jornada 3: Mesitas del Colegio, Salto del Tequendama
Despertamos en Anapoima estando aun oscuro según el cronograma de la etapa reina del viaje. Contamos con suerte pues el restaurante contiguo al hotel trabaja con los horarios típicos de la carretera por lo que podemos desayunar muy bien antes de empezar a pedalear.
A las 6am rodamos nuestros primeros metros y rápidamente entramos en calor pues el clima templado de la zona y el hecho de que iniciamos con una subida con un modesto 3% de inclinación, hace que las jerseys se abran muy pronto.
Llegamos hasta los límites de La Mesa y tomamos el desvío a Mesitas del Colegio, pues seguir por la autopista nos llevaría hasta la Gran Vía para entrar a Bogota, y esa es una ruta que ya conocemos, por lo que preferimos desviarnos y entrar por el salto del Tequendama que es un recorrido que hemos escuchado por largo tiempo y no habíamos tenido la oportunidad de visitar.
Aprovechamos el descenso de casi 14 km hasta el puente que pasa por el Río Bogota, porque desde ese punto no hay tregua hasta la cima que se encuentra a 36km y 1780 metros mas arriba. Aunque sabíamos lo que nos esperaba, nos toman por sorpresa los primeros kilómetros para llegar a Mesitas porque nos encontramos unas rampas doble digito que rápidamente hacen quemar las piernas y movernos en la bicicleta para no poner el pie a tierra. ¡Y que cerca estuvimos!
Como en toda travesía, los imprevistos técnicos aparecen, pero esta vez contamos con suerte pues el pinchazo nos ocurrió saliendo del pueblo, pero justo frente a un taller de bicicletas por lo que el trabajo de despinche se facilitó bastante.
Continuamos por la vía que como muchas otras lamentablemente no tiene berma para que los ciclistas tengamos un espacio más seguro para transitar. Sin embargo, nos sentimos bien acompañados pues ciclistas de todo tipo salieron a realizar su entrenamiento por esta vía, así que el cruce de palabras de ánimo motiva para continuar el reto.
Superando el 50% del puerto, nos detenemos por unos minutos en un parador sobre la vía que tenía muy buena pinta pues se veían filas de personas para la compra de amasijos. Así que decidimos probar algunos de estos manjares y estirar las piernas para recuperar algo de fuerzas para lo que falta.
Finalmente, en el km 47 divisamos el paisaje más esperado de la aventura: La cascada del Salto del Tequendama, de la cual hacemos una primera panorámica a lo lejos, pero finalmente nos detenemos al borde de la carretera frente al llamado en sus inicios Castillo de Bochica, construido entre 1923 y 1927, pero que fue usado como estación de tren, hotel, restaurante, y ahora como museo y centro de interés cultural y turístico. Esto último uso es bastante notable pues la cantidad de carros y peatones en la zona reflejan el interés que un lugar como estos despierta entre locales y visitantes.
Continuamos algunos minutos de pedaleo hasta llegar a la Vereda de El Charquito, que, aunque parece una población más, tiene una carga histórica muy significativa pues es el origen de la empresa de energía de Bogota desde principios del Siglo XX con la hidroeléctrica que inició su funcionamiento un 7 de agosto del año 1900.
Ahora ya solo nos quedan poco más de 34 km para llegar a casa por la misma ruta por la que salimos sobrepasando el desvío a Sibaté y cruzando los Municipios de Mosquera y Funza. Eso sí, las fuertes corrientes de viento nos llevan al límite y agotan nuestras reservas de energía…Pero al fin y al cabo este es un aspecto de viajar en bicicleta que así como se sufre también se disfruta, especialmente al llegar a casa y pensar en todo lo que hicimos y conocimos en tan solo 3 días.